En algunas ocasiones había hablado con mi padre sobre los enfermos de Alzheimer, ese mal que aqueja a tantos ancianos y ancianas, cada vez en mayor número, porque la edad media de vida ha subido mucho y entonces hay mayor probabilidad de que muchos mayores contraigan esa enfermedad.
Pero, a pesar de haber hablado con mi padre de estos temas y de explicarme en esas conversaciones que el Alzheimer es una enfermedad degenerativa, que afecta sobre todo a los procesos mentales, uno no se hace idea del todo de sus consecuencias hasta que no conoce un caso cercano. Lo mismo que ocurre con otras variedades de demencia senil, todo comienza por olvidarse de cosas y nombres de la vida corriente, hay una progresiva desmemoria. Luego se produce una desorientacción temporal (¿en qué día estamos, en qué mes, en qué año?, serían preguntas expresivas de ese proceso), a continuación una desorientación espacial, que lleva al afectado a decir: ¿dónde estoy?, ¿dónde está mi casa?, a perderse en la calle y no saber dónde vive ..., para finalmente desconocer el propio nombre, no saber cómo se llama uno. Todo esto unido a un olvido y falta de reconocimiento de quienes tienes alrededor, la mujer,el marido, los hijos ...
Es comprensible que esta enfermedad sea tan dura de llevar por parte de los familiares de alguien afectado de Alzheimer. De repente, uno cae en la cuenta de que su abuelo, su abuela, a los que tanto quiere, no te conocen, no recuerdan tu nombre, no saben quienes son ellos y todo se convierte en una relación entre "desconocidos".
Si hoy traigo a mi blog sobre "los otros" el caso de los enfermos de Alzheimer es porque ese trastorno los convierte en "otros", habiéndose producido en ellos un verdadero proceso de despersonalización. Realmente ya no son las personas que eran, son "otros" ... para sí mismos y para los demás.
He leído que es un trastorno cerebral que se diagnostica bien, pero cuyas causas, aunque estén asociadas a la edad, no se conocen bien del todo. Se dice que puede prevenirse mediante una vida mental y física activa, con estrategias que ayuden a retrasar o paliar los síntomas y parece que, en ese sentido, se están obteniendo algunos logros, pero el problema es profundamente grave.
Hace unos años vi la película "El hijo de la novia", en la que la abuela padece este trastorno y pregunta constantemente a la nieta: ¿Cómo te llamas?. Se me ha quedado grabada para siempre la imagen de ternura y cariño que tenía la mirada de esa abuela cuando hablaba con su nieta, pero en un diálogo imposible, como entre absolutos desconocidos.
Me impresionó ver no hace mucho la imagen en primera página del diario El País, en la que aparecía el que fue el primer presidente de la democracia española, Adolfo Suárez, paseando junto al Rey. La foto, de espaldas a la cámara, reflejaba un alejarse paulatino de las cosas, de la vida, mientras el Rey echaba su mano protectora y comprensiva sobre los hombros de quien fue su leal colaborador, pero que con toda seguridad no sabía con quién estaba paseando. Uní este caso a otro reciente, el del ex presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, que hace poco hizo público que padecía este mal en una fase incipiente, queriendo contribuir de esa manera a que la sociedad tome conciencia del problema, pero con unas palabras que también sonaban casi a despedida, como diciendo: Todavía soy consciente de que empieza a pasarme algo que no controlo ..., puede que llegue un momento en que ya no sepa ni quién soy yo, ni a quién me dirijo.
Por último, me viene a la mente el recuerdo de nuestro vecino Pepe, un hombre educadísimo y cariñoso, siempre elegantemente vestido, que nos saludaba a todos por la mañana, al tomar el ascensor, con palabras amables ..., hasta que un buen día dejó de saludar y nos miraba con una mirada ausente, a pesar de que nos dirigíamos a él y le llamábamos por su nombre.
Desmemoria ..., despersonalización ..., todo un proceso que convierte en "otros" a algunas personas, y un mal que a todos nos puede acechar. Ojalá la ciencia logre dar con medidas que, si no logran erradicar esta enfermedad, retarden al menos sus efectos y haga más tolerable la vida a quienes padecen Alzheimer y a quienes les acompañan en esa trayectoria hacia la incomunicación.
Pero, a pesar de haber hablado con mi padre de estos temas y de explicarme en esas conversaciones que el Alzheimer es una enfermedad degenerativa, que afecta sobre todo a los procesos mentales, uno no se hace idea del todo de sus consecuencias hasta que no conoce un caso cercano. Lo mismo que ocurre con otras variedades de demencia senil, todo comienza por olvidarse de cosas y nombres de la vida corriente, hay una progresiva desmemoria. Luego se produce una desorientacción temporal (¿en qué día estamos, en qué mes, en qué año?, serían preguntas expresivas de ese proceso), a continuación una desorientación espacial, que lleva al afectado a decir: ¿dónde estoy?, ¿dónde está mi casa?, a perderse en la calle y no saber dónde vive ..., para finalmente desconocer el propio nombre, no saber cómo se llama uno. Todo esto unido a un olvido y falta de reconocimiento de quienes tienes alrededor, la mujer,el marido, los hijos ...
Es comprensible que esta enfermedad sea tan dura de llevar por parte de los familiares de alguien afectado de Alzheimer. De repente, uno cae en la cuenta de que su abuelo, su abuela, a los que tanto quiere, no te conocen, no recuerdan tu nombre, no saben quienes son ellos y todo se convierte en una relación entre "desconocidos".
Si hoy traigo a mi blog sobre "los otros" el caso de los enfermos de Alzheimer es porque ese trastorno los convierte en "otros", habiéndose producido en ellos un verdadero proceso de despersonalización. Realmente ya no son las personas que eran, son "otros" ... para sí mismos y para los demás.
He leído que es un trastorno cerebral que se diagnostica bien, pero cuyas causas, aunque estén asociadas a la edad, no se conocen bien del todo. Se dice que puede prevenirse mediante una vida mental y física activa, con estrategias que ayuden a retrasar o paliar los síntomas y parece que, en ese sentido, se están obteniendo algunos logros, pero el problema es profundamente grave.
Hace unos años vi la película "El hijo de la novia", en la que la abuela padece este trastorno y pregunta constantemente a la nieta: ¿Cómo te llamas?. Se me ha quedado grabada para siempre la imagen de ternura y cariño que tenía la mirada de esa abuela cuando hablaba con su nieta, pero en un diálogo imposible, como entre absolutos desconocidos.
Me impresionó ver no hace mucho la imagen en primera página del diario El País, en la que aparecía el que fue el primer presidente de la democracia española, Adolfo Suárez, paseando junto al Rey. La foto, de espaldas a la cámara, reflejaba un alejarse paulatino de las cosas, de la vida, mientras el Rey echaba su mano protectora y comprensiva sobre los hombros de quien fue su leal colaborador, pero que con toda seguridad no sabía con quién estaba paseando. Uní este caso a otro reciente, el del ex presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, que hace poco hizo público que padecía este mal en una fase incipiente, queriendo contribuir de esa manera a que la sociedad tome conciencia del problema, pero con unas palabras que también sonaban casi a despedida, como diciendo: Todavía soy consciente de que empieza a pasarme algo que no controlo ..., puede que llegue un momento en que ya no sepa ni quién soy yo, ni a quién me dirijo.
Por último, me viene a la mente el recuerdo de nuestro vecino Pepe, un hombre educadísimo y cariñoso, siempre elegantemente vestido, que nos saludaba a todos por la mañana, al tomar el ascensor, con palabras amables ..., hasta que un buen día dejó de saludar y nos miraba con una mirada ausente, a pesar de que nos dirigíamos a él y le llamábamos por su nombre.
Desmemoria ..., despersonalización ..., todo un proceso que convierte en "otros" a algunas personas, y un mal que a todos nos puede acechar. Ojalá la ciencia logre dar con medidas que, si no logran erradicar esta enfermedad, retarden al menos sus efectos y haga más tolerable la vida a quienes padecen Alzheimer y a quienes les acompañan en esa trayectoria hacia la incomunicación.