domingo, 15 de febrero de 2009

PABLO PINEDA


Hace poco leí en la última página del diario El País que Pablo Pineda, el chico con el síndrome de Down que ha llegado a hacer una carrera universitaria, acaba también de rodar una película, cuya temática son las relaciones afectivas desde la perspectiva de personas "distintas", como él, por el hecho de tener una deficiencia psíquica, que implica un retraso mental, en mayor o menor grado. El tema de la película es, en cierto modo, un tabú cuando la sociedad, e incluso las propias familias a las que pertenecen, se refieren a estos sujetos. Parecería que son seres asexuados, y los realizadores de la propuesta cinematográfica pretenden contribuir a la ruptura de ese tabú social.



A mi modo de ver, muchas veces la perspectiva de "lo distinto", en este caso una discapacidad mental, se convierte en una especie de filtro, que nos impide ver "lo igual" y común que esas personas tienen con nosotros, como pueden ser los aspectos afectivos en las relaciones interpersonales.



Por encima de todo, lo que nos iguala a los seres humanos es ser personas y esa consideración no debiéramos perderla jamás de vista cuando nos encontramos con alguien que es distinto por cualquier motivo. No es la lástima, ni siquiera la compasión, lo que debe privar en nuestros encuentros con personas que padecen el síndrome de Down. Debe prevalecer el respeto, la cercanía, el esfuerzo por hallar puntos de encuentro con ellos y, de vez en cuando, admirar cómo alguien que parte con desventaja es capaz, a base de esfuerzo, coraje y ayudas adecuadas de lograr ser "menos distinto", pero, sobre todo, llegar a desarrollar al máximo sus posibilidades. Como cualquiera de nosotros, cuando en otros aspectos para los que tampoco estamos dotados nos esforzamos por lograr algo, por ejemplo el cultivo de una afición.

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