miércoles, 4 de febrero de 2009

MIRANDO A "LOS OTROS"

Ver no es lo mismo que mirar. Llama la atención cómo mucha gente confunde, al menos en el habla ordinaria, ver con mirar, oír con escuchar. Así, es frecuente que alguien, hablando a través del móvil, diga de pronto a su interlocutor “no te escucho”, cuando debiera decir “no te oigo”. Y tampoco es raro encontrar a quien dice “te estoy mirando”, cuando en realidad nos está viendo, pero no mirando, porque no se está fijando, no está atento a nosotros, su mirada parece más bien perdida, aunque nos encontremos dentro del círculo de su visión más o menos cercana.

Al iniciar hoy mi blog, he querido escoger este tema, porque veo la necesidad de aprender a mirar, no sólo a percibir estímulos que nos vienen a través de la vista, sino a fijarnos en ellos con atención. Esto es precisamente lo que añade el mirar al ver, la atención expresa, junto con el interés y la motivación hacia aquello que se ve. Mirar incluye contemplar, analizar, sintetizar, interpretar aquello que vemos. Mirar supone y exige una especial comunicación. Esto es cierto cuando se trata de objetos. Miramos de verdad el cuadro de un gran pintor cuando nos detenemos en él y, en cierto modo, entramos en comunicación, una comunicación que no necesita palabras, pero que es real.

Si lo anterior es cierto, desde mi punto de vista, lo es más aún cuando nuestra mirada se dirige a las personas. La mirada de un sujeto a otro sujeto es realmente un encuentro interpersonal, un encuentro entre personas, entre un yo y un tú. El yo existe porque hay un tú a quien mirar, o, si se quiere, porque hay un tú que nos mira.

Cuántas veces hemos tenido la experiencia de estar hablando con alguien, sus ojos puestos en los nuestros, y de repente le decimos “¿me estás atendiendo, me estás entendiendo, sabes lo que te quiero decir?”, porque tenemos la impresión de que “el otro” está en “otra cosa”. Es verdad que nos ve, bueno, a veces ni eso, pero es seguro que no nos mira.

Pretendo que mi blog sea, no un “vistazo” a los otros, sino una mirada a los otros. Aunque quisiera definir, desde el principio, a qué “otros” me refiero. Quiero centrarme en la contemplación, respetuosa, cercana y sensible de esos “otros” que en nuestra sociedad son distintos por cualquier motivo. Si ya el otro es, por definición, el distinto a mí, a cada uno de nosotros, no podemos olvidar que en nuestra sociedad existen unos “otros especiales”. La mayoría de la gente los considera distintos, por un motivo u otro, y hasta ellos mismos llegan a considerarse distintos a fuerza de constatar que los demás los catalogan así.

Me he puesto a hacer un recuento de “otros especiales” dentro de nuestra sociedad y compruebo que hay muchos. Aquí va este catálogo provisional: El otro por el color de su piel, por su raza, por el país de procedencia, por su cultura, por su orientación sexual, por su look, por sus ideas, por sus convicciones políticas o religiosas, porque tiene una minusvalía física o psicológica, porque “habla raro” o tiene un tic, porque es hiperactivo, o tal vez superdotado, porque no hace lo que hace la mayoría de la gente de su edad, porque tiene una afición que pocos cultivan … Sí, realmente, si los otros son muchos, todos los demás que no son yo, esos “otros especiales” no son pocos. Lo curioso es que a estos otros, de los que yo quiero escribir, no siempre se les descubre a la primera, a veces hay que fijarse en ellos, es decir, hay que mirarlos.

Mi mirada a los otros quisiera que estuviese siempre exenta de juicios de valor, libre de prejuicios y estereotipos, limpia y sin filtros, dispuesta a la admiración. Quisiera, en fin, que fuese una mirada abierta a la sorpresa. No es una mirada compasiva, como la del que se hace el “bueno” ante el “pobrecito” que, por cualquier motivo (suele pasar cuando hay un defecto por medio) nos da lástima. Es una mirada que quiere aprender, porque estoy segura de que de los otros, de mis “otros especiales”, voy a aprender mucho. Y, desde luego, no quiero ser una mirona, sino una admiradora de todos ellos.

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